jueves, 28 de octubre de 2010

El monte de las ánimas




GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
(1836-1870)
LEYENDAS
EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
Capítulo 1
(Leyenda soriana)
La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
A las doce de la mañana, después de almorzar bien, y con un cigarro en la boca, no le hará mucho efecto a los lectores de El Contemporáneo. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.
Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.
* * * * * *
-Atad los perros, haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.
-¡Tan pronto!
-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían a la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
-Ese monte que hoy llaman de las Animas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla corno solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue a parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras. Antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería. Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de Difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos. Y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.


La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.

Capítulo 2
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.
Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, y absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos temerosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
-Hermosa prima exclamó, al fin, Alonso, rompiendo el largo silencio en que se encontraban, Pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales, sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.
-Tal vez por la pompa de la Corte francesa, donde hasta aquí has vivido se apresuró a añadir el joven. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.
El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven que, después de serenarse, dijo con tristeza:
-Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.
Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a reanudarse de este modo:
-Y antes que concluya el día de Todos los Santos en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.
-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho, como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro, y después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
-Sí.
-¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.
-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.
-No sé... En el monte acaso.
-¡En el Monte de las Ánimas! -murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial. ¡En el Monte de las Ánimas! -luego prosiguió, con voz entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche..., ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de terror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarlo en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que, cuando hubo concluido, exclamó en un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores.
-¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos y cuajado el camino de lobos!


Al decir esta última frase la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte se puso en pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:
-Adiós, Beatriz, adiós… Hasta pronto.
-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerlo, el joven había desaparecido.
A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
Capítulo 3
Había asado una hora, dos, tres; la medianoche estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una hora pudiera haberlo hecho.
-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesiaconsagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de las campanas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
-Será el viento -dijo-, y poniéndose la mano sobre su corazón procuró tranquilizarse.
Pero su corazón latía cada vez con más violencia, las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con chirrido agudo, prolongado y estridente.
Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento largo y crispador. Después, un silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la medianoche; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas, que casi se siente, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas las direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada; oscuridad de las sombras impenetrables.
-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho. ¿Soy yo tan miedosa como esas pobres gentes cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura al oír una conseja de aparecidos?
Y cerrando los ojos, intentó dormir...: pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas de aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, tendió una mirada serena a su alrededor, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que fue a buscar Alonso.
Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, a notificarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que por la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, ¡muerta de horror!
Capítulo 4
Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de Difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa y pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.


lunes, 18 de octubre de 2010

Tú puedes brillar

¿Qué os parece este spot?




Te sentirás amado/respetado cuando sepas amar/respetar a los otros...
Sabrás amar/respetar a los otros cuando aprendas a amarte/respetarte a ti mismo.

Los amantes de Teruel


La historia de los Amantes de Teruel procede de una antigua tradición que relata los hechos supuestamente ocurridos a principio del siglo XIII. Don Diego de Marcilla es rechazado por la familia de su amada, Isabel de Segura, al carecer de bienes. El pretendiente consigue un plazo de cinco años para enriquecerse y parte hacia la guerra en busca de fortuna. Regresará cumplido el plazo, el día en que Isabel se casa con otro. Consiguen encontrarse y Don Diego pide un beso a Isabel. Ella se lo niega por estar ya casada y él cae muerto de dolor. Isabel se siente culpable y al celebrarse los funerales, se acerca al féretro de su amado para ofrecerle el beso que le había negado en vida. Al besarlo cae repentinamente muerta junto a él.
En 1555 se descubrieron las momias de los amantes enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Según testimonios posteriores, también se encontró un documento antiguo que recogía aquel suceso. Juan de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan en la actualidad las momias. En esta escultura se aprecia que las manos de los amantes no llegan a juntarse del todo, como símbolo de este amor imposible en el mundo de los vivos.
La historia de los Amantes de Teruel ha sido motivo de inspiración en todos los campos de las artes. Entre los autores que la han recreado literariamente destacan Tirso de Molina en el siglo XVII y Juan Eugenio de Hartzenbusch en el XIX.

Acto V

Habitación destinada a ISABEL en casa de DON RODRIGO. Una gran ventana sin reja en el fondo que da vista a un jardín alumbrado por la luna. Luces en la escena.

[...]

Escena III

MARSILLA, que entra por la ventana. ISABEL.

[...]
ISABEL
¿Prometes
una orden mía obedecer?
MARSILLA
¡Ingrata!
¿Cuándo me rebelé contra tu gusto?215
¿Mi voluntad no es tuya? Dispón, habla.
ISABEL
Júralo.
MARSILLA
Sí.
ISABEL
Pues bien: yo te amo. Vete.
MARSILLA
¡Cruel! ¿Temiste que ventura tanta
me matase a tus pies, si tu dulzura
con la hiel del dolor no iba mezclada?220
¿Cómo esas dos ideas enemigas
de amor y de destierro hiciste hermanas?
ISABEL
Ya lo ves, no soy mía; soy de un hombre
que me hace de su honor depositaria.
Deslindar sus derechos es en vano:225
yo debo serle fiel, Dios me lo manda.
Marsilla, virtuosos hemos sido
hasta aquí; la pasión que nos inflama
es una virtud más: ¿por qué pretendes
en la última prueba profanarla?230
Si añadir que te adoro es necesario,
que en mi pecho tu imagen estampada
siempre conservaré, yo lo repito,
yo lo juro; mas huye sin tardanza.
Libértame de ti, sé generoso,235
libértame de mí.
MARSILLA
No sigas, basta.
¿Tú la ausencia me intimas? Es la muerte.
¿Cómo puedo vivir sin esperanza?
Yo proteger tu vida pretendía,
pero tus padres suplirán mi falta.240
No temas, no, que de mi fin te acuse.
Contento muero porque tú lo mandas.
Permite en recompensa que te estrechen
mis brazos una vez, y que su estampa
deje en tu frente cándida mi labio.245
ISABEL
No es posible, Marsilla: soy casada.
MARSILLA
Es mi postrera súplica.
ISABEL
¿No tienes
piedad de una mujer enamorada?
MARSILLA
¡Oh!, tenla tú de mí. Será el abrazo
de un hermano dulcísimo a su hermana,250
cual mi fe tierno, cual tu frente puro.
ISABEL
No te acerques.
MARSILLA
En vano me rechazas.
ISABEL
¡Dios eterno! ¡Salvadme! Deteneos,
Marsilla, o grito a don Rodrigo...
[...]
ISABEL
¡Hombre de maldición! ¡Ojalá nunca295
de Teruel las almenas avistaras!
¡Cruel! ¿Amor a reclamar te atreves
de una mujer por ti despedazada?
Ya te aborrezco.
MARSILLA
¡Oh Dios! ¡Ella lo dice!

(Cae en un escaño como herido de un rayo.)

No puedo más.
ISABEL
¡Qué miro! Se desmaya.
300
Perdóname un momento de despecho...
MARSILLA
Isabel me aborrece... ¡Me engañaba!
Aquí siento... ¡qué angustia! Yo la adoro...
y ella me aborrecía... ella me mata.

(Muere.)

ISABEL
¡Madre mía! ¡Favor! Marsilla... ¡Cielos!305
Parado el corazón, la frente helada...


Escena IV

Dichos. MARGARITA. Después DON PEDRO,

seguido de algunos

caballeros, damas y criados.

[...]

ISABEL
Yo le maté: quise alejarle...
que le odiaba le dije... El sentimiento,
el espanto... ¡Y mentí!
PEDRO
Ven, hija mía.
315
ISABEL
Pero también de mí se apiada el cielo.
Ya de la eternidad me abre la puerta,
y de mis ojos huye el mundo entero,
y una tumba diviso solamente
con un cadáver, y a su lado un hueco.320
¡Marsilla...! Yo te amé, siempre te amaba...
Tú me lloraste ajena, tuya muero.

(Arrójase sobre el cuerpo de DON DIEGO,

y expira quedando de rodillas abrazada con él.)

domingo, 17 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa y el oficio de escribidor


A través de la mediateca de RTVE podréis ver el programa Los oficios de la cultura emitido el día 13 de octubre de 2010, en el que el escritor peruano
recientemente galardonado con el premio Nobel de Literatura, comparte su experiencia como "escribidor" con el joven escritor de relato corto
Junto a ellos podremos visitar una editorial de éxito y comprobar cómo se trabaja en ellas desde que el manuscrito llega a sus manos hasta que el libro sale a la venta.


Visualizaréis el vídeo pinchando AQUÍ.



También nos enseñarán el importante papel que representan las pequeñas editoriales en la difusión de las obras de los jóvenes escritores, así como las redes sociales, blogs y revistas literarias juveniles on-line.

Con Matías compartirá su experiencias el también joven creador

autor de
y director de la Revista on-line gratuita de literatura juvenil

(PARA MÁS INFORMACIÓN, PINCHAD SOBRE LOS ENLACES RESALTADOS.)

No os perdáis el final del programa, con la visita al Instituto Cervantes de Madrid, situado en un antiguo banco, cuya caja fuerte "de película" alberga un gran tesoro.
Quienes hayáis leído La sombra del viento, veréis en en "la caja de las letras" el reverso de "el cementerio de los libros olvidados".
Al final se citan varias webs interesantes, conocidas y nuevas, para aquellos que queráis iniciaros en este apasionante oficio de escritor.


En youtube, los primeros ocho minutos del programa.



jueves, 7 de octubre de 2010

Las cosas que me preocupan

La profesora Remedios Albert ha recopilado las cosas que preocupan a las chicas y a los chicos de 3º de la E.S.O.





LAS COSAS QUE LES
PREOCUPAN A LOS
CHICOS
  • ¿Podré estudiar una carrera?
  • ¿Podré tener el carné de coche a los dieciocho?
  • Me preocupa la salud de mis padres y de mi familia.
  • Me preocupa que mi padre pierda su trabajo.
  • ¿Se acabará el mundo en el 2012?
  • ¿Trabajaré en algo que me guste?
  • ¿Pasaré a 4º sin que me quede ninguna asignatura?
  • ¿Cuándo podré independizarme de mis padres?
  • ¿Me llegará la multa que me pusieron?
  • ¿Algún día me dejarán tener una mascota?
  • Me preocupa que se muera alguien de mi familia.
  • ¿Tendré algún día moto?
  • ¿Viviré de mayor en otro país?
  • ¿Seré rico o pobre?
  • ¿Me casaré?
  • ¿Seré más alto que mi padre? ¿Cuánto más?
  • ¿Repetiré este curso?
  • ¿Cuánto dinero ganaré en el futuro?
  • ¿Tendré hijos?
  • ¿Cuándo me haré la cama?
  • ¿Me tocará la lotería?
  • ¿Se quedará el Hércules en primera división?
  • ¿Cómo seré de mayor?
  • Me preocupa que se me caiga el pelo.
  • ¿Tendré hijos de mayor o moriré?
  • ¿Tendrá un punto y final el universo?
  • ¿Dónde iré con mis amigos este viernes?
  • ¿Me darán dinero mis padres para poder salir?
  • ¿Qué puedo hacer para que mis padres no se enteren de que me fugo?
  • ¿Qué peinado podré hacerme la próxima vez que vaya al peluquero?
  • ¿Por qué las chicas son tan difíciles de conquistar?
  • ¿Les darán más libertad a mis hermanos que la que me dan a mí?
  • ¿Cómo será mi primera vez?
  • ¿Se acabará la amistad que tengo con mis amigos de siempre?
  • ¿Quién ganará la liga?
  • ¿Subirá el Elche a primera de una vez?
  • ¿Cuándo tendré el carné para la moto?



LAS COSAS QUE LES
PREOCUPAN A LAS
CHICAS

  • ¿Ganará España el próximo mundial?
  • ¿Pasaré a 4º?
  • ¿Qué me regalarán por Navidad?
  • ¿Hasta qué hora me dejarán salir este curso los fines de semana con mis amigas?
  • ¿Cuándo me compraré una moto?
  • ¿Qué piensan mis padres de mí?
  • ¿Cuánto dinero me darán mis padres para comprarme ropa?
  • ¿Cómo podré tener el pelo liso sin planchármelo?
  • ¿Habrá alguna manera de no gastar tanto saldo?
  • ¿Por qué hay que madrugar tanto para venir al instituto?
  • ¿Qué podría hacer para que mis padres me dejaran llegar más tarde a casa?
  • ¿Qué seré de mayor?
  • ¿Cuántos hijos tendré?
  • ¿Cuándo me independizaré?
  • ¿Sacaré buenas notas este curso?
  • ¿Quién ganará la liga este año?
  • ¿Nos iremos de viaje de fin de curso?
  • ¿Me casaré algún día?
  • ¿Cuándo tendré novio?
  • ¿Me tocará la lotería?
  • ¿Aprobaré 3º de la ESO?
  • ¿Podré tener un perro o un gato?
  • ¿Podré trabajar en lo que me guste cuando sea mayor?
  • ¿Conseguiré aprobar el Bachillerato y podré ir a la Universidad?
  • ¿Me sacaré el carné de conducir a la primera?
  • ¿Cómo seré de mayor?
  • ¿Con cuántos años me moriré?
  • ¿Será verdad que la primera vez duele?
  • ¿Si estudias mucho serás un empollón?
  • ¿Nunca acabarán los Simpson?
  • ¿Cómo podría independizarme a los catorce?
  • ¿Qué puedo hacer para que me crezca el pelo?
  • ¿Cómo será la casa en la que viviré en un futuro?
  • ¿A qué edad madurarán los chicos?
  • ¿Cuándo los chicos no se van a asustar de la menstruación?
  • ¿Qué me regalarán para mi cumpleaños?
  • ¿Qué es mejor, ser abogada o ser diseñadora?
  • ¿Por qué cuando un hombre se lía con muchas mujeres es un crack y cuando lo hace una mujer es una fresca?
  • ¿Cuándo dejarán los padres de decir: “lleva cuidado”?
  • ¿Por qué los chicos nos miran a los pechos y no a la cara?
  • ¿Por qué los chicos se ponen calzoncillos debajo del bañador?
  • ¿Por qué mi madre siempre me lleva la contraria?
  • ¿Existe la amistad eterna?
  • ¿Por qué nunca tengo ganas de ordenar mi armario?
  • ¿Tendré un trabajo digno?
  • ¿Cuándo dejaré de pelearme con mi hermano/a?

LAS COSAS QUE LES
PREOCUPAN A NUESTROS
PADRES Y MADRES
  • ¿Cuándo terminará esta crisis?
  • ¿Perderé mi trabajo?
  • ¿Cómo será el futuro de mis hijos?
  • Les preocupa poder pagar todas las facturas.
  • Les preocupa que suban el precio de las cosas y poder llegar a fin de mes.
  • Les preocupa que su hijo/a pueda repetir este curso.
  • Les preocupa que a sus hijos les pueda suceder algo malo.
  • ¿Soy una buena madre/ padre?
  • ¿Tendremos buena salud?
  • ¿Ganará el Madrid / Barcelona la liga?
  • ¿Bajarán los impuestos?
  • ¿Me tocará la lotería?
  • ¿Cuándo encontraré trabajo?
  • ¿Me entenderé algún día con las nuevas tecnologías?
  • ¿Si me despiden, en qué podré trabajar?
  • ¿A qué edad se van los hijos de casa?
  • ¿Cuántas veces tengo que decir que se arreglen su habitación?
  • ¿Cuándo podré relajarme?
  • ¿Cuándo dejarán mis hijos de quejarse por todo?
  • ¿Cuándo van a ayudar nuestros hijos en casa?
  • ¿Le estaré dando una buena educación a mis hijos?
  • ¿Cuándo seremos abuelos? ¿Cuántos nietos tendremos?
  • ¿Por qué los coches no funcionan con agua que es más barata?
  • ¿Por qué juegan tanto a la consola?
  • ¿Habrá paz en casa?
  • ¿Me podré cambiar el coche?
  • ¿Terminará mi hijo/a sus estudios?
  • ¿Podrá ir a la Universidad?

miércoles, 6 de octubre de 2010

La canción del pirata

¿Adivinas el autor de la letra?


Con diez cañones por banda,
Viento en popa, a toda vela,
No corta el mar, sino vuela
Un velero bergantín:
Bajel pirata que llaman
Por su bravura el Temido,
En todo el mar conocido
Del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
En la lona gime el viento,
Y alza en blando movimiento
Olas de plata y azul;
Y ve el capitán pirata,
Cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, a otro Europa,
Y allá a su frente Estambul.

«Navega, velero mío,
Sin temor,
Que ni enemigo navío,
Ni tormenta, ni bonanza
Tu rumbo a torcer alcanza,
Ni a sujetar tu valor.

»Veinte presas
Hemos hecho
A despecho
Del inglés,
Y han rendido
Sus pendones
Cien naciones
A mis pies.

»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.

»Allá muevan feroz guerra
Ciegos Reyes
Por un palmo más de tierra,
Que yo aquí tengo por mío
Cuanto abarca el mar bravío,
A quien nadie impuso leyes.

»Y no hay playa,
Sea cualquiera,
Ni bandera
De esplendor,
Que no sienta
Mi derecho
Y dé pecho
A mi valor.

»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.

»A la voz de '¡barco viene!'
Es de ver
Cómo vira y se previene
A todo trapo a escapar:
Que yo soy el rey del mar,
Y mi furia es de temer.

»En las presas
Yo divido
Lo cogido
Por igual.
Sólo quiero
Por riqueza
La belleza
Sin rival.

»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.

»¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
No me abandone la suerte,
Y al mismo que me condena
Colgaré de alguna entena
Quizá en su propio navío.

»Y si caigo,
¿Qué es la vida?
Por perdida ya la di,
Cuando el yugo
Del esclavo,
Como un bravo,
Sacudí.

»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.

»Son mi música mejor
Aquilones,
El estrépito y temblor
De los cables sacudidos,
Del ronco mar los bramidos
Y el rugir de mis cañones.

»Y del trueno
Al son violento,
Y del viento
Al rebramar,
Yo me duermo
Sosegado,
Arrullado
Por el mar.»

»Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi Dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
Mi única patria la mar.»